Nuevas supersticiones, viejas estafas

“El cerebro de los necios transforma la Filosofía en tontería y la Ciencia en superstición”

George Bernard Shaw

No es novedad que las falsas creencias se remontan al origen de la existencia humana. En las épocas prehistóricas, aseveran los historiadores, el hombre no distinguía entre causa y consecuencia, es decir, no había desarrollado aún su capacidad de razonamiento como para entender el encadenado de los hechos que se suceden en la naturaleza. La procreación, por ejemplo, no se detectaba como una consecuencia de los actos sexuales; el fuego, caro tesoro, era conservado pero no lograban encenderlo sino que lo tomaban de los bosques en llamas producidas, tal vez, por los rayos en el devenir de las tormentas. De eso se trata el pensamiento mágico: origina culturas que son dominadas por creencias falsas y el hombre se encuentra sometido a su acción, depende de que le sean favorables esos misterios de la vida , genera, alrededor de ellos, para su propia tranquilidad, cantidad de ritos, inventa deidades y atribuye a los objetos poderes extraordinarios. El hombre se siente atado a algo superior que le procurará su felicidad o su desasosiego.

Contrariamente a lo que circula en cierta literatura secular, la religión viene junto con el desarrollo de la ciencia, a liberar a la humanidad de estas ataduras. Precisamente, el término “religión” de “religare” presenta un contenido más que significativo, pues habla de devolver al hombre una conexión que parece tener desprendida. La religión lo religa, lo vuelve a conectar con el principio de toda razón y de todo bien.  Y la ciencia que se abre camino lentamente a partir de la Grecia clásica, precedida  por la pregunta filosófica, viene a revertir lo que era “casualidad” en términos de “causalidad”.  La magia concurre a ocupar su lugar, con el devenir del tiempo, de entretenimiento social o juego de niños.

Sin embargo, como suele suceder, muchas veces la gente reemplaza la fe por la magia en busca de soluciones repentinas que le brinden satisfacción inmediata. Esta confusión entre religión y magia es acaso la misma que se da entre esperanza e ilusión. Y es, me temo, el motivo por el cual el filósofo Nietche expresó con gran congoja de su parte, aquella célebre frase: “Dios ha muerto”. Pues esa desesperación que lo llevó a descreer de todo y de todos se fundaba precisamente en la tremenda “desilusión” de un dios que no interviene entre la maldad y las buenas intenciones, el Dios que respeta nuestro libre albedrío.

La ciencia, por su parte, corre frecuentemente, la misma suerte. Ocurre que, por distintas vías, a pesar y valiéndose de la tecnología, se hurga en las antiguas civilizaciones con el fin de descubrir  soluciones maravillosas que, por supuesto, anulen las leyes de la causalidad y presten alegremente casuales, perfiles míticos a una civilización que se aburre.

Siempre resulta más fácil volver a ser niño, desde luego, ceder nuestra libertad y nuestra capacidad de decidir soberanamente y no asumir el desafío y las consecuencias de nuestras decisiones. Es por eso que muchos de nosotros, a pesar de y gracias a los avances tecnológicos, recurrimos a esa mala mezcla de magia y falsa ciencia para encontrar la felicidad, el amor y, lo que es verdaderamente triste, la paz espiritual.

Este retroceso de la humanidad que efectuamos individualmente y que a la postre nos deja con las manos y el corazón vacíos es alimentado por muchas personas que poseen una gran capacidad de seducción y también, para mal de ellas, una cultura e instrucción  mayor que la  de la mayoría. Precisamente, por esa condición, saben de la necesidad humana de ser engañado en pos de ilusiones y sueños mágicos. Así es como encontramos vendedores de gemas, piedras con toda clase de poderes, cabalistas, curanderos y brujos de toda laya, muy modernos y atractivos, que llenan de esplendor la candidez de la ignorancia y de dinero, sus bolsillos.

Este negocio consiste, sin duda en  propagar,  una especie de “religión” frívola y liviana que no exige pautas morales,  y que brinda todo lo se puede desear. Lamentablemente, estos devotos que pagan un buen precio por las piedritas cordobesas o brasileras que podrían encontrar en cualquier excursión bien guiada a menor costo, o por unas barajas que parecen vaticinarle encuentros que de todas maneras sucederán o no sucederán, perderán su ilusión, pues de eso se trata, de una “illusio” (engaño) en manos de quien ejerce un “illudere” (burlarse, jugar en contra).

En este fin de año que se aproxima recuperemos la libertad de poder decidir y conseguir con nuestro propio esfuerzo las cosas que amablemente soñamos. Y  dependamos de nuestra esperanza en el Principio de toda razón y todo bien, para no ser defraudados ni usados por estos nuevos estafadores que utilizan nuestras ancestrales creencias para acrecentar sus apetencias materiales.

La mentira tiene rostros atractivos pero la Verdad es una Luz inconmovible.

María Rosa Meléndez

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